Existen ciertos días en el año que son complicados para mi, porque están plagados de la sensación de no ser suficiente, de hacer todo mal, días donde me consume la sensación de regresar a esos momentos de la infancia donde todos me reprendían por todo, esos caóticos días en que mi corazón estaba tan apachurrado que dolía.
Volviendo al origen, podría decir que fue la época donde mi alma estaba mas desnutrida, pero la verdad es que hubo muchas, solo que las disfracé, y para pretender que no era así, buscaba la excelencia en todo, me obsesioné en ser la mejor, en trabajar duro, para cubrir mis carencias de amor, de autoestima y ocultar cuanto me dolía la soledad, cuanto me dolía sentirme un monstruo al que todos desprecian.
Eventualmente me hice buena en algunas cosas, sin embargo siempre había algo molestando, como una piedrita en el zapato del corazón, una piedrita que no se va, o quizá no he sacudido el zapato con tanta fuerza.
Esos días en los que organizar las agendas de los compromisos de mis hijos, y hacer que no se traslapen con mi agenda de trabajo se vuelve una proeza inalcanzable. y en consecuencia llego tarde a mis juntas, incluso no llego, he perdido vuelos, he faltado a juntas de mis hijos, a sus eventos.
A pesar de que lo desafortunado y doloroso de todos esos eventos, donde hago una caótica gala de mi desorden personal, los últimos dos son los que duelen más.
Cómo es natural en un corazón que esta tan lastimado que ya no puede caminar, pertendí que no era importante, entonces creía que lo importante era seguir vivos, sin embargo cuando me pregunté ¿Qué es estar viva? me di cuenta que no tenía idea y que habia que cambiar muchas cosas.
Ver la cara de desilucion de mis hijos, sentir ese duro golpe de realidad ayudo a tomar desiciones y después mucha terapia llegué a la determinacion de que si el corazon quiere llevar zapatos, que sean unos cómodos.
Reconocer que hay una piedrita, que lastima y dejarla ir.
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